Se llamaba Martha Matilda Harper, y su historia empezó con lo que hoy en día en su país de origen es un delito: a los 7 años de edad estaba trabajando.
Nacida en Ontario, Canadá en 1857, fue su padre quien la mandó al pueblo que más tarde se llamaría Rochester -hoy la 2ª economía más grande del estado de Nueva York, EE.UU.-, a que trabajara como sirvienta asumiendo la carga de ocuparse de la casa y la granja, para un tío, su esposa y dos tías más, para luego enviarle su pequeño salario a su familia.
A los 12 años tuvo «la suerte» de ser empleada en la casa de un doctor, pues con él aprendió las bases de lo que la llevaría amasar una fortuna. Harper, aprovechó la oportunidad y aprendio de él conocimientos sobre anatomía, particularmente en lo pertinente al cabello.
Le enseñó la fisiología del pelo y la importancia de estimular el flujo de sangre al cuero cabelludo; le explicó que mantener el pelo limpio era esencial para mantenerlo bello y sano, en una época en la que la idea de lavárselo a menudo era casi revolucionaria.
Además, le entregó en su lecho de muerte la fórmula de un tónico secreto hecho de hierbas que debía «frotarse vigorosamente en el cuero cabelludo», después de haberse «cepillado el pelo con espuma de jabón de Castilla», para luego «enjuagarlo con agua tibia».
Todo eso lo hacía la aprendiz, desde entonces y por siempre llevó orgullosa su abundante pelo castaño que caía en cascada hasta casi tocar el suelo… una melena que jugaría un rol clave en lo que estaba por venir.
Siguió trabajando de empleada doméstica juntando dinero, Harper tenía 25 años y en su nuevo lugar de trabajo, tras hacer sus labores domésticas, manufacturaba su tónico. De inmediato, no sólo a su jefa sino también a sus adineradas amigas empezaron a gozar de sus tratamientos de belleza.
En 1888 finalmente había logrado ahorrar suficiente dinero para poder realizar su sueño: abrir un salón de belleza público y desafortunadamente sufrió agotamiento quedando al cuidado Helen Smith, fiel de la ciencia cristiana, un sistema de creencias religiosas y espirituales establecido en el siglo XIX que enfatizaba en la buena salud y el empoderamiento de las mujeres.
Harper adoptó esa filosofía que se vería reflejada en su empresa y una vez recuperada, encontró el local en el que establecería su salón, pero se topó con un gran obstáculo: de por sí, el hecho de que una mujer que quisiera abrir un negocio ya era alarmante, pero que ese negocio fuera un salón de belleza, se pasaba de la raya.
En ese entonces, le dijeron que ninguna mujer respetable acudiría a un sitio como el que ella tenía en mente, y ningún edificio respetable alojaría tal negocio. Pero Harper sabía que necesitaba que su salón estuviera en el más respetable de los edificios, así que tuvo que convencer al arrendador de que su establecimiento no atraería a «zorras y prostitutas».
Con un contrato de arrendamiento renovable cada mes, la hasta entonces sirvienta puso una foto de sí misma con su largo cabello suelto, para mostrar los resultados que el uso de sus productos y atención podría producir, y abrió las puertas del Harper Hair Parlour.
Aunque inicialmente tuvo problemas para atraer clientela, se las ingenió para cambiar la situación con tal éxito que dos años más tarde tenía mujeres de la alta sociedad rogándole que hiciera algo para poderlas atender en otras ciudades.
Desde un principio, Harper había optado por contratar asistentes que fueran mujeres como ella, de orígenes humildes y clase trabajadora, acostumbradas a servir y trabajar duro.
Su gran idea fue que conseguir mujeres con ese mismo perfil, para que se pusieran a la cabeza de salones que deberían ser idénticos al suyo.
Pero, fiel a su convicción de que la independencia económica era clave para la liberación de las mujeres, no las hizo sus empleadas: las hizo dueñas de sus negocios.
Así, se convirtió en pionera del emprendimiento social. Desarrolló además otras políticas innovadoras, que incluyen lo que ahora llamamos horario flexible, participación en las ganancias, cuidado infantil en el lugar de trabajo y tiempo libre remunerado.
Pero, antes de que se nos pase por alto, lo que concibió fue el modelo de negocio por el que merece crédito: LA PRIMERA OPERACIÓN DE FRANQUICIA MINORISTA MODERNA.
Y lo hizo dándole el sentido correcto a la palabra franquicia, que proviene del francés y y literalmente significa «liberarse de la servidumbre».
Harper Inc.
Todo empezó con dos salones inaugurados en 1891, que con el tiempo llegaron a ser 500, ubicados en ciudades de EE.UU., Centro América, Europa y Asia.
Sus «franquiciadas» estudiaban el «método Harper«, que comprendía higiene, nutrición y ejercicio, en uno de los 5 centros de entrenamiento.
El cometido de los salones de Harper, cuyo ambiente debía ser sereno y privado, era resaltar la belleza interior de los clientes promoviendo una piel y cabello saludables y reduciendo el estrés de la vida cotidiana.
En ellos utilizaban una línea completa de productos de belleza 100% naturales y hechos en sus propios laboratorios y el énfasis en la atención al cliente, en el cuidado de su bienestar.
Inventó una silla que se reclinaba y un lavabo con una muesca en el cuello para garantizar su comodidad durante el lavado y masajeado de su cabezas. Precisamente esa silla y lavabo que hoy en día encuentras en los salones de belleza.
Las «franquiciadas Harper» se comprometían a usar exclusivamente sus productos, a replicar su filosofía y a compartir sus ganancias con ella y a cambio, recibían -además del entrenamiento- equipos y publicidad, y el derecho de usar una marca que cada vez se hacía más valiosa.
Con el paso del tiempo destacados miembros de la sociedad internacional acudían a sus salones a recibir masajes de cuello, hombros y cabeza, y todos los servicios de peluquería, así como otros varios tratamientos de belleza.
Cuentan que mientras negociaba el Tratado de Versalles, el presidente de Estados Unidos Woodrow Wilson viajaba a París todas las noches al salón Harper para que le masajearan el cuero cabelludo.
Los clientes leales de Harper incluían miembros de la familia real británica, el Káiser alemán, la actriz Helen Hayes, Rose y Joseph Kennedy, y más tarde, Jacqueline Kennedy y Lady-Bird Johnson.
Pero eso no era precisamente lo que hacía feliz a esa Rapunzel de la vida real, a la que el cabello la había salvado sin necesidad de príncipes sino más bien de cerebro.
Para ella, «el gran logro del Método Harper no consiste en la gran cantidad de nuestros salones(…)El gran logro del imperio Harper son las mujeres que ha hecho«, según consignó en el boletín de la compañía en 1926.
Svet refuerza cada 8 de marzo el empoderamiento y la conmemoración por la igualdad de género. con numeros que nos hace sentir orgullosos.
Estudio SVET, consultora líder de franquicias y miembro uruguayo de la mayor red de consultores de franquicias de Iberoamérica viene anticipando que este modelo de empresas cumplirá un rol fundamental en el espectro de la inversión y el empleo en el año 2020. A medida que el desempleo sube, la comercialización de franquicias también aumenta, producto de que a una persona que lo desvinculan de su trabajo encuentra en la adquisición de franquicia una solución al emprender minimizando los riesgos.
A la vez, la mayoría de las franquicias son pymes que generan, a su vez, empleos directos e indirectos y un movimiento de la economía en su inversión y consumo.
Existe una tendencia muy fuerte de la mujer como motor del crecimiento empresarial. De hecho, el año móvil comprendido entre noviembre de 2018 a octubre de 2019, el 70% de las franquicias comercializadas por SVET, fueron dirigidas a mujeres y en diferentes rubros, como textiles, gastronómicos y educación.
El país debe reimpulsar el crecimiento mediante la inversión privada. “Uruguay está en un proceso de crecimiento a nivel de franquicias, ya pasando el tercer nivel donde se evidencia una expansión exponencial del sector, proliferando la entrada de franquicias extranjeras y creciendo el número de las locales al igual que en países como Chile, Costa Rica, Guatemala, Perú o República Dominicana, y entrando en la cuarta etapa, donde el mercado logra madurez, consolidación comercial e institucional y se activa la exportación de sus franquicias”, y la mujer cumplirá un rol fundamental en este crecimiento.
*Fuente: BBC,The Martha Matilda Harper Collection, Rochester Museum & Science Center, Rochester NY, Observatorio de la Franquicia Uruguaya de Estudio Svet.
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